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The_Creature

Frankenstein romántico

Por: Pau Stilman

Es sabido que hubo una época en que predominaba el romanticismo, una corriente artística y filosófica que se desarrolló a fines del siglo XVIII y perduró en su máximo exponente hasta fines del siglo XIX. Este movimiento  se caracterizó por el surgimiento de grandiosos poetas, además de novelistas y narradores, comprometidos con la exaltación de la belleza en la naturaleza, como oposición al auge del capitalismo industrial. También defendía la originalidad en el arte y la creación por la mera inspiración, en contraposición con la producción como mercancía.

Frankenstein, una de las obras más populares de la era romántica,  pertenece a Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851). Esta obra está generalmente catalogada como arte gótico, probablemente por el hecho de que se trata de la creación de un monstruo, que constituye el eje principal de la historia. Sin embargo, no podría dejar de notarse, que la novela es principalmente una narración romántica. Su tonalidad, además, se condice en gran medida con los ideales románticos, que por un lado manifiestan los miedos y  peligros del mundo de las máquinas, la electricidad, el vapor, etc. Y por otro lado, filosofan respecto del amor, la inmortalidad, la libertad, el bien y el mal. Así realzan la pasión y el pensamiento desestructurado, por sobre las producciones en serie que arrastran con todo,  hasta  el modo de pensar de los pueblos. “Yo me deleitaba investigando los hechos relativos al mundo en sí, ella prefería las aéreas creaciones de los poetas. Para mí el mundo era un secreto que anhelaba descubrir, para ella un vacío que se afanaba por poblar con imaginaciones personales.” En este pasaje de la obra se ponen en evidencia dos aspectos – la ciencia y la poesía-  que parecían entrar en puja en aquella época: por un lado el saber metódico que permitía conocer al mundo, encarnado en la figura del doctor, y por el otro, la imaginación de los poetas, como creación misma del mundo. Esta dualidad parece continuar aún en la actualidad: ¿al mundo hay que descubrirlo o hay que crearlo?, ¿es realmente posible llevar al descubrimiento y a la creación hacia el mismo bando? Por supuesto, existen múltiples teorías y puntos de vista al respecto. Sin embargo, lo que aquí nos atañe es la postura romántica, a la que le interesaba defender a la poesía como creación y forma de vida. No parece justo desacreditar su postura porque se piense que no querían aceptar el cambio. Lo que es importante destacar es que lo que ellos no querían era que la ciencia, la industria, abolieran el arte y su innegable capacidad de crear mundos.

Mary Shelley, autora de la novela Frankenstein

Mary Shelley, autora de la novela Frankenstein.

Históricamente, parece haberse generalizado en ciertas obras, una polarización muy fuerte entre personajes: los malos y los buenos. Tal vez por decisión política, ideológica, o por la practicidad de resolver interpretaciones literarias, se ha popularizado la imagen de un héroe frente a un villano, con quien debe luchar y a quien debe vencer. Efectivamente, el monstruo de Frankenstein fue generalmente interpretado como un demonio, con quien el Dr. Frankenstein debía luchar, y a quien trágicamente, no pudo vencer. Podemos observar cómo a la hora de interpretarlo se suelen exaltar los rasgos negativos en aquel personaje, que por lo general es feo, malvado y a veces torpe. Sin embargo, en la novela, el monstruo es un personaje dotado de una gran sensibilidad, capaz de aprender todo tipo de disciplinas y de sentir las emociones humanas más profundas:  “¡Qué extraña naturaleza la del saber! Se aferra a la mente, de la cual ha tomado posesión, como el liquen a la roca. A veces deseaba desterrar de mí todo pensamiento, todo afecto; pero aprendí que sólo había una manera de imponerse al dolor y ésa era la muerte, estado que me asustaba aunque aún no lo entendía.”  En este fragmento del reato que el monstruo le dice a su creador, se aprecia su deseo de superar el dolor que lo atormenta, mientras que también filosofa acerca del saber y sus efectos en los sentimientos. Es un monstruo que ha devenido en lo que es debido a su historia terrible, en la cual su creador lo ha abandonado en el momento de su nacimiento y lo ha dejado al libre azar, exponiéndolo al desprecio y maltrato popular, por el solo hecho de ser diferente. Se trata, por lo tanto, de un ser que solo ha conocido la maldad, que ha engendrado el odio en sus entrañas, y que lo único que anhela encontrar es el amor. Recientemente, una serie televisiva llamada Penny Dreadful, ha llevado a la pantalla a esta historia, con una propuesta muy fiel a la novela, ya que ha sabido ilustrar y resaltar el matiz poético que todos sus personajes portan consigo. El personaje del monstruo encarna la dualidad entre el bien y el mal: por momentos ejecuta los actos más despiadados, y por otros, realiza actos de bondad y recita los versos más bellos de  la poesía de su tiempo. A su vez, el personaje del doctor, se ve reflejado por la misma dualidad: ya no es únicamente una víctima de su propia creación, sino también el propio espejo de sus demonios. En ese sentido se abre el interrogante: ¿el monstruo es realmente un monstruo? Cabría preguntarse también qué es el monstruo; cuál es su metáfora; si ser monstruo es ser distinto, ¿acaso no somos todos un poco monstruos? Últimamente se ha comenzado a resaltar los matices grises en los personajes  ficcionales –en las adaptaciones audiovisuales- que ya no son, buenos o malos, lindos o feos, sabios o ignorantes, etc. Sino que se disputan todo el tiempo ambos polos. (Véase por ejemplo la versión de Maléfica, la malvada de La bella Durmiente, que Disney llevó a la pantalla en los últimos años).

 

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Penny Dreadful Frankenstein y su monstruo conversando

Es interesante remarcar que para el romanticismo el auténtico monstruo es el hombre de la ciencia que viene a demoler las leyes de la naturaleza. Su creación no podía más que devenir en algo monstruoso, no obstante, su monstruo resulta encarnar la poesía, al punto tal de odiarse a sí mismo, y detestar a su creador por haber manipulado de esa forma a la naturaleza. Se podría decir que se rebela contra su propia creación. Asimismo cabe destacar que las intenciones del doctor habían sido también muy románticas: se proponía crear un ser inmortal, traer la perfección a la humanidad y que ésta no acabase nunca. «Bajo la tutela de mis nuevos maestros que había elegido, me puse a buscar, lleno de entusiasmo, la piedra filosofal y el elixir de la vida; pero pronto todo mi interés se centró en este último. La riqueza no era, a mi entender, más que una meta secundaria; pero ¡qué gloria acompañaría a mi descubrimiento si conseguía desterrar la enfermedad del organismo humano y hacer del hombre un ser invulnerable a todo menos a la muerte violenta!» Estas fueron las palabras del doctor al expresar su mayor pasión.  Y luego continúa de esta forma: “Analicé con todo detalle las causas por las que se produce el paso de la vida a la nada y de la muerte a la vida, hasta que de aquella oscuridad salió una luz que iluminó mi espíritu, desconcertándome, como es lógico, al saberme el único descubridor de un secreto perseguido con avidez por tantos hombres de genio.”

Un detalle curioso para observar es que el doctor Frankenstein, desvivido por conocer cómo generar la vida eterna, termina creando un ser inmortal y a la vez infinitamente poético. La deducción es exquisita: la receta para alargar la vida es la poesía.

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