Grecia constituye la cuna de la civilización occidental. Allí se gestó la cultura más antigua que daría origen a disciplinas como la historia, la filosofía, la medicina, las matemáticas, el derecho, el teatro, la geografía. Pero además, allá por el siglo VI a.C. nacían un grupo de poetas que acostumbraban a recitar versos acerca del amor, el placer del vino, los dioses, los héroes, las leyendas, y las hazañas de los hombres. Estos cantos por lo general iban acompañados por la lira, un instrumento de cuerda punteada con forma de ábaco. Seguramente ninguno sospechaba que en ese entonces estaban diseñando los comienzos de costumbres poéticas, estilos de versos o temas recurrentes que luego, mucho más adelante, grandes escritores tomarían como punto de partida para sus obras. Ellos pasaron a formar parte de la lista de los 9 poetas líricos.
La poeta Safo de Mitilene, también conocida como Safo de Lesbos, es conocida por una leyenda, que narra la historia de un amor no correspondido. Safo se había enamorado de Faón, un hombre que era amado a su vez por la propia diosa Afrodita. Al no poder concretar su amor, Safo se suicida lanzándose desde la roca de Léucade al mar. Era costumbre para los enamorados lanzarse desde esa roca para suicidarse. El poeta Ovidio retomó el mito y lo popularizó, convirtiendo a Safo en una Heroína, que le escribe una carta de amor a Faón. El Himno en honor a Afrodita es el único poema que se conserva completo de toda la obra de la poeta griega:
¡Oh, tú Afrodita reina de los cien escaños,
hija de Zeus, inmortal, dolosa:
no me acongojes con pesar y erotismo
ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
mi voz oyendo y mi encendido ruego;
por mi dejaste la del padre Zeus
alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
lindos gorriones, sacudiendo el ala,
al negro suelo, desde el éter puro
raudo bajaba.
Y ¡Oh, afortunada! en tu inmortal semblante
te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿Con quién pretendes enlazar suave
lazo de amor? ¿Quién tu red evita,
mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
y más propicio ofreceráte dones,
y cuando esquives el ardiente beso,
querrá besarte.
Pues, ¡Oh, ven diosa! y mis anhelos cumple,
liberta el alma de su dura pena;
tú, protectora, en la batalla lidias
siempre a mi lado.
Safo se lanza al mar de la roca de Léucade. Por Theodore Chasseriau
En ese entonces, uno de los amigos y presuntos amantes de Safo, Alceo de Mitilene, con quien intercambiaba poemas, y que se constituiría como uno de los 9 poetas, escribía versos como los siguientes:
208 V
No entiendo la querella de los vientos:
viene una ola rodando de este lado y de ése,
otra, y nosotros en medio somos llevados
con la negra nave en la gran tempestad,
entre horribles esfuerzos; pues llega el agua
al pie del mástil y ya todo el velamen se ha rasgado,
y jirones enormes cuelgan de él.
Ceden las anclas, y el timón …
Me sujeto a las jarcias por los pies:
tan sólo esto me mantiene a salvo…
la carga echada por la borda …
45 V
El más hermoso de los ríos, Ebro,
que desembocas junto a Eno en el mar púrpura,
después de haber rugido por las tierras de Tracia,
rica en caballos.
Muchas doncellas llegan hasta ti
y por sus suaves muslos, con manos delicadas
se embelesan pasando como un bálsamo
tu agua de dioses.
338 V
Llueve Zeus y grande es la borrasca
que de los cielos cae. Se han helado los ríos…
Echa abajo el invierno, prende el fuego,
el dulce vino mezcla sin reparos
y un almohadón mullido
aparéjate en torno de las sienes…
Safo y Alceo
El tercer poeta lírico se llamaba Anacreonte. Este se refirió a la relación que la poeta Safo mantuvo con sus alumnas, describiéndolo como un amor sexual. Tales rumores determinaron que con el paso del tiempo se expandiera la idea y nacieran los términos «lesbianismo» y «safismo». Anacreonte cantaba sobre el placer del vino y el amor. Aquí transcribimos algunos de sus poemas:
A una doncella
En un tiempo, de Frigia en la ribera,
en roca fue Niove transformada
y la hija de Pandión, como una alada
golondrina, cruzó la azul esfera.
¡Ay si en tu espejo yo me convirtiera
para poder gozar de tu mirada!
¡Si trocándome, en túnica, abrazada
a ti toda la vida me estuviera!
Onda quisiera ser para bañarte,
ungüento y perfumar tu piel de nieve,
banda y el alto seno sujetarte, p
erla y fulgir en tu garganta hermosa,
¡o ser quisiera tu sandalia breve, que, c
omo tú la huellas, es dichosa!
LAS ROSAS
Derramemos el vino
sobre las frescas rosas,
que es flor de los amores.
Apuremos las copas
ciñendo nuestras sienes
con floridas coronas.
Entre todas las flores
la más bella es la rosa:
ríe la primavera
al romper su corola:
con ella se complacen
los dioses, y ella adorna
del hijo de la diosa Citerea
la cabellera blonda
cuando va con las Gracias
danzando en las praderas olorosas.
Ciñamos nuestras sienes, ¡oh Dionisos!
con floridas coronas,
y yo, cantando al eco de la lira,
danzaré ante las aras con la moza
de más alivio seno, coronado
de guirnaldas de rosas.
LA LIRA
Quiero ensalzar cantando a los Atridas,
quiero cantar a Cadmo,
mas de mi lira los sonoros nervios
tan sólo amores dicen.
Otra lira pulsar en otro tono
quise, con nuevas cuerdas
y al pretender cantar al fuerte Heracles,
tan sólo amores respondió mi lira.
Héroes, dejad de enardecer mi mente,
porque mi lira, sólo amores canta.
EL AMOR
Cuando la media noche se acercaba
y el signo de la Osa se volvía
a la mano de Bootes;
cuando los hombres en el blando lecho
yacían, del trabajo fatigados,
el Amor a mi puerta cauteloso
llegóse, golpeando las aldabas.
-¿Quién a estas horas – dije- hasta mi puerta viene, a turbarme el sueño?
-Abreme – contéstome el caminante-;
soy un niño; no temas por tu vid:
azótame la lluvia,
y en la cerrada noche me he perdido.
Al escuchar sus quejas,
de compasión se estremeció mi pecho
y encendiendo mi lámpara,
abrí la puerta y penetró el muchacho.
Traía el arco al hombro
colgado, y el carcaj lleno de flechas.
Sentados junto al fuego,
calentaba sus manos con mis manos
y le enjugaba el húmedo cabello.
Mas él, quitado el frío
quiso probar el arco, y si la cuerda
rota del agua estaba.
Tendiólo, y con el dardo,
me hirió en el corazón, con venenosa
herida, como un tábano rabioso.
-¡Alégrate, amigo,
huésped –dijo riendo-;
el arco estaba sano,
mas tú quedas herido para siempre!
Anacreonte
Alcman fue el representante más antiguo del canon de los nueve poetas líricos, que fueron destacados por los alumnos de Alejandría, alrededor del siglo IV a. C. En los siguientes versos se observa la expresión de un sentimiento intenso, característico de la lírica:
Muchachas de dulce voz y suaves cantos,
mis rodillas apenas pueden sostenerme.
Ojalá yo fuera un cérilo, ave sagrada
que, fulgente, vuela, purpúreo como el mar,
con el corazón audaz, sobre las olas.
Del quinto poeta, Estesícoro, compartiremos un fragmento de su poema de la Gerioneida, en donde describe un viaje de Heracles, más conocido como Hércules. En este pasaje el héroe mitológico se encuentra con un jardín maravilloso. Lo curioso, propio del folklore de la época es que en los jardines hermosos solían habitar los monstruos, oponentes de los héroes. Aquí reproducimos su descripción de aquel jardín, el preludio de un posible encuentro monstruoso:
En primavera crecen los membrillos
sidonios irrigados por canules que fluyen
de los ríos, donde está el jardín sin mancha
de las vírgenes y los pimpollos de la vid van
creciendo y florecen bajo umbrosos
retoños de la parra.
Ibico, el sexto poeta, es reconocido por su intrigante y escalofriante historia de su muerte. Resulta que mientras paseaba por la villa de Corinto, unos ladrones lo hirieron gravemente. Moribundo, vio a un numeroso grupo de grullas que volaban sobre su cabeza, y antes de dar su último aliento les pidió que vengaran su muerte. Los ladrones alcanzaron a escuchar sus plegarais y se dirigieron al teatro. Curiosamente se presentaron las grullas. Uno de los ladrones, con tono burlón gritó: ¡Observad a los vengadores de Íbico!, y así ellos mismos dieron la pista que delató el crimen y fueron detenidos. La frase «las grullas de Íbico» se convirtió así en un proverbio entre los griegos para quienes el descubrimiento del crimen fue intervención de los dioses. En homenaje a Ibico transcribimos dos poemas suyos:
El amor me quema
En la primavera, los membrilleros
regados por las corrientes
de los ríos -donde está el jardín intacto
de las Vírgenes- y las vides
creciendo a la sombra de los pámpanos
florecen; pero el amor no duerme para mí
en ninguna estación, sino que, igual que el tracio
Bóreas por el rayo encendido, lanzándose,
enviado por Cipris, en medio de una furia que
lo agosta todo, oscuro e intrépido, poderosamente
desde el fondo agita mis sentidos.
Sobre el amor
Otra vez Eros, mirándome lánguidamente
con sus ojos bajo párpados azulados,
con mil seducciones me empuja
dentro de la red inextricable de Cipris.
Le temo cuando lo veo acercarse
como un caballo sufridor del yugo, vencedor en los Juegos,
en su vejez, caminando de mal grado, con veloz carro entrando en carrera.
Simónides de Ceos fue el creador de la mnemotecnia, técnica de localización de recuerdos que permitía recordar amplios discursos mediante una serie de recuerdos-gancho.
Se le atribuye la invención de cuatro letras del alfabeto griego (omega, eta, xi y psi: ω, η, ξ, ψ). Simónides nos dejó una bella reflexión acerca de la poesía: «la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda» Compartimos un fragmento de su poema sobre el mito de Dánae y su bebé Perseo, abandonados en medio del mar sobre un arca flotante:
Como un lactante duermes,
tumbado en esta desagradable
caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad
de la noche. De la espesa sal marina
de las olas que pasan de largo por encima
de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en
mantas de púrpura, con tu
hermosa cara pegada a mí.
El poeta Baquílides, sobrino de Simónides de Ceo, también forma parte de los 9 líricos. Posee escasos cantos a su nombre. Sin embargo, el siguiente verso, aunque extremadamente breve, es contundente en su mensaje: <<Pues la piedra de toque revela el oro, mas la excelencia de los hombres la ponen en evidencia la sabiduría y la verdad todopoderosa.>>
Baquílides
Para finalizar este homenaje a los poetas líricos, mencionaremos a Pindaro, el noveno de los grandes originarios de mitos, y versos que pasarían a ser las bases para el despliegue de la poesía occidental, de todos los tiempos. Cuando era joven Pindaro participó en un certamen de poesía en el que fue vencido por la poetisa Corina de Tanagra. En esta ocasión, fue ella quien le regaló un gran consejo: «sembrar a manos llenas, no a sacos llenos». Los versos que siguen a continuación, cargados de una belleza incomparable, podrían ser el reflejo de su gran aprendizaje:
aquel que al contemplar los rayos
rutilantes que brotan de los ojos de Teóxeno
no siente el oleaje del deseo, de acero
o de hierro tiene forjado su negro corazón
con fría llama y, perdido el aprecio de Afrodita,
la de vivaz mirada.
Alcman, Safo, Alceo, Anacreonte, Estesícoro, Ibico, Simónides de Ceos, Baquilides, Pindaro