Las paredes se mueven como hologramas indecisos que mutan su imagen una y otra vez, para lucir su otra cara, cargada de historia, técnicas y épocas distintas.
Jean Dubuffet (1901-1985) fue un pintor y escultor francés.
«Para mí la locura es la super cordura. Lo normal es psicótico. Normal significa falta de imaginación, falta de creatividad».
«No hay arte sin intoxicación. Pero me refiero a una loca intoxicación! Deja que la razón tiemble! Delirio! El grado más alto del delirio! Clavado en una demencia hirviente! El arte es la orgía más cautivante que el hombre puede alcanzar…El arte debe hacerte reir un poco y asustarte otro poco. Cualquier cosa mientras no aburra»
John Constable (1776-1837) fue un pintor inglés de paisajes.Su lugar preferido para retratar fue la región de Suffolk, por eso el Valle de Dedham se conoce como <El país de Constable>
John Everet Millais (1829-1896) pintor francés romántico.
Joseph Mallord William (1775-1851) pintor ingles de paisajes, conocido como «el pintor de la luz»
Jules Breton (1827-1906) fue un pintor francés realista
Leon Augustin Lhermitte (1844-1925) pintor francés realista.
Michael Ancher (1849-1927) fue un pintor danés impresionista
Nicolás Poussin (1594-1665) pintor francés clacisista.
Adriaen Van Ostade (1610-1685) fue un pintor neerlandés.
Maurice Boitel (1919-2007) fue un pintor francés figurativo de «la joven pintura» (jeune peinture) de la escuela de París.
Mijail Nesterov (1862-1942) pintor ruso del simbolismo religioso.
Paul Hoecker (1854-1910) fue un pintor alemán, fundador de la Asociación de artistas «Sececión de Munich».
Peter Lely (1618-1680) pintor inglés de retratos.
Fyodorovich Schredrin (1745-1804), pintor ruso de paisajes.
Serge Markenikov, Rusia (1971) pintor hiperrealista.
Theodore Chasseriau (1819-1856) fue un pintor domínico-francés romántico.
Thomas Faed (1826-1900), pintor escocés.
Peter Van Lint (1609-1690) fue un pintor barroco flamenco.
Viktor Vasnetsov (1848-1926) fue un pintor ruso que se dedicó a ilustrar cuentos rusos y bylinas (poemas épicos). También se dedicó a la arquitectura, de donde creó la Galería Tretiakov, que tiene forma de un <<térem>> (casa de cuentos de hadas)
Vincenzo Cabianca (1827-1902) fue un pintor italiano impresionista.
Xul Solar (1887-1963) fue un pintor, escultor, escritor e inventor de idiomas imaginarios argentino. Perteneció a la vanguardia porteña de los años veinte.
Inventó el Neocriollo y la panlengua:
Neocriollo:
En el neocriollo mezcló el español y el portugués de América con palabras en inglés y alemán; su propósito era que los habitantes de América del Sur pudiesen comprenderse mejor:
«núo hi hial´ diáfano pro empiéöme, el signo, grande ante mí, está claro en xeól umbro; escali trépölo, entón encima fórmesele otro signo igual ke tamién trepö, i hidem idem, i así muitas vezes asta ke cánsömene, ya mui alti». Versión en español: «desnudo y tan diáfano como el hielo empiezo a moverme adelante, el signo, grande delante de mí, está claro en la sombra infernal; lo trepo escalando, entonces encima se le forma otro signo igual que también trepo, y hago lo mismo otra vez, y así muchas veces hasta que me canso, ya muy alto»
Panlengua: La panlengua es un idioma universal monosilábico, «de raíces básicas, unívocas e invariables, combinables a voluntad, de fonética fácil, musical».Con esto, Xul pretendió universalizar el lenguaje al combinar términos de distintos idiomas para crear una «lengua monosilábica, sin gramática, de base numérica y astrológica y combinable a voluntad»
Es un Hades fluido, casi vapor, sin cielo, sin suelo, de color bermejo, como el color que se ve con los ojos cerrados debajo del sol, agitado por una tempestad interior, en vértices y ondas y hervor. En sus grumos y espumas distintas multitudes de hombres flotan pasivamente y destellan de distintas maneras, hay también seres solos, más grandes, en forma de peces, y emiten luz continua y suavemente.
A través de todo esto, apenas se pueden ver fantasmalmente las casas y la gente y el suelo de una sólida ciudad terrestre sin ninguna relación con este Hades que es ahora lo real.
Toda esta densa región bermeja se amontona alrededor de un gran hueco o valle sin fondo, de aire azul grisáceo, donde floto en vientos oscuros, con una polvareda de gente, y otros hombres solos en forma de aves y globos. Aquí se flota más para arriba. Y abajo sigue fantasmalmente la ciudad sólida y su población.
Paso luego a mejor vida de color plata grisácea. Allí van como quieran flotando vagamente muchos grupos, andan en procesiones o piensan reunidos. Allí bogan nubes con kioscos grises –de nácar, metal y fieltro- con pensadores sentados alrededor de ellos.
Paulatinamente me hallo en un cielo celeste claro. Su sensación es de una tarde de verano con niebla.
Las plantas se mueven orgánicamente en un zigzag y canturrean. Su color cambia a voluntad de granate a róseo. Están sobre una loma flotante del mismo aire pero más denso que se esfumina para abajo. Allí al lado vuelan pájaros como huevos pintados, no con alas sino con muchas cintas.
En otra parte hay muchas columnas de colores, sin suelo, que sostienen un techo de nubes: es un templo flotante en que rezan muchos. Cuando el dios está con ellos, se exaltan y se hincha, y sus auras irradian vida, de tal manera que alzan el techo de nubes y separan las columnas alrededor de ellos, y todo fervorosamente se agranda y emite luz santa.
En otra parte hay un ancho obelisco o torre, se bambolea por su base flotante y floja. Su primer piso es de libros de piedras, encima hay libros de barro, encima libros de madera, encima libros de rollos y en la cima libros comunes. Es casi como una torre de naipes, enrizadas de cintas de papel y banderolas, con enjambres de letras volando alrededor como moscas, rodeada de seres al lado que son quizás gente humana que vaga estudiosamente. En el poco suelo flotante que hay, muchos sueñan allí sumergidos.
Voy flotando allá lejos. En el fondo, veo una ciudad en una niebla de muchos colores cambiantes. Sus palacios orgánicos y chozas biológicas son de armazón y pensamiento. Se transforman continuamente, se agrandan o se achican; ya son de postes y cimbras y cúpulas, ya de muros lisos de parches fosforescentes, ya pululan en cúmulos orgánicos, ya temblequean como andamios hechos en cúmulos orgánicos, ya temblequean como andamios hechos de un material como vidrio. Se mudan, suben, se hunden, se interpenetran, se separan, y repiten lo mismo.
Hay casas que arden y flamean para arriba, pero no se destruyen, se construyen más Su fuego es vida, y cuanto mayor es el incendio cuanto más se ensancha y crece el palacio. Hay casas que contagian y encienden a sus vecinas que hacen lo mismo repetidamente, y así se extienden los barrios. La gente allí también, flamea junto con ellas y se abulta a la vez: debe ser ella la causa flamígera, por el ardor de su pensamiento.
Hay casas que hierven fervorosamente hasta que revientan como una bomba o un géiser o humo; pero no se destruyen, se reconstruyen alrededor; sus trozos crecen fervorosamente en sucursales alejadas que al final se juntan por su crecimiento, en un montón distinto que se convierte más y más en una torre sobre el baldío circundante que es cada vez menos.
Hay casas que crecen a su manera para dondequiera, oblicuamente, horizontalmente, para abajo, para arriba, en grosor; y zumban, chirrían, crujen, hablan de distintas maneras.
Hay casas que se atrofian y se encogen hasta no verse más, cuando su gente nace por la muerte a mejor vida en mejor cielo.
Hay casas de ilusión sobre cerros de humo: se pierden en cambios.
Entonces abarco el suelo de esta ciudad, el cual es una nube superior que es varios titanes vagos acostados de manera flotante.
Grandes mangueras o tubos salen de ellos hacia el vacío: serían cloacas o chupadores, no sé.
Y debajo de esa ciudad hay otra ciudad al revés, hosca, oscura y lenta que vive y crece para abajo, y su gente también. El nadir es hondo, hosco, oscuro, brumoso: quizás es el mundo humano, algún gran yermo.
Veo otra vez la otra ciudad hacia arriba. Columnatas como ciempiés viajan a trancos separados. Son discípulos tiesos, llevan cúpulas que son maestros, de ancho ropaje a manera de techo. Van a tumbos sobre la chusma celeste, feliz a su modo, revuelta como quiera en bruma y coágulos y bocetos de pensamientos: una gelatina mental. Van a lo lejos, hacia el vacío.
Veo que hay algunas pagodas muy macizas sólo de libros que se incorporan a sus tantos lectores –que no leen sino más bien se chupan de manera vital el conocimiento la sabiduría.
Vocerías de todas las lenguas y de muchas otras posibles se expanden y ondulan. Y sus enjambres de letras y marañas de grifos y fonéticas distintas y múltiples acentos y juntos, como muchos humos de deseo, se apartan o se juntan, se contrapuntean o se aquietan, en orden o no forman y reforman sentido y argumento siempre nuevo.
Estrellas, soles pequeños, lunas, lúnulas, luciérnagas, linternas, luces, lustres; dondequiera que se enreden en la vista de la ciudad, forman y deshacen constelaciones, se queman, se apagan, lucen de golpe, llueven, vuelan.
Hay un continuo flujo y reflujo de brisa y fluido y ráfagas y sonido y humos que se pueden oler; la luz cambia continuamente en relámpagos de colores, en claroscuro, en ánimo.
Yo ya cansado de mirar me aturdo y olvido, me falla la vista.
Todo palidece y se borra. Ya parece que entro a un cielo mayor que es otra noche, que luego es más noche, que es algo más, noche divina honda, sólida, negra, que temo por ser humano y que amo místicamente; y allí me disolvería en lo exterior.
Pero algo vago e inmenso se interpone entre yo y la noche divina; como un gas de muchos colores. Se define más hasta que es un ser humano divino, indefinido, tan grande como el diámetro del cielo. Su cabeza está detrás de mí, sus pies delante de mí, en el horizonte opuesto, y sus manos sobre mí, con las puntas de los dedos tocándose como ganchos, son anaranjadas; su ropaje revela un indeciso cambio de color en parches.
Sobre su cabeza florece ahora una flor de luz blanca. Su corazón punzó irradia luz rósea, su sexo granate es sólo de luz.
Me siento como si entrara al dios humano, como si allí me extasiara.
Pero ya la llamada de esta Tierra desde abajo me oprime el pecho del cuerpo físico, y vuelvo a mí, muy afligido por mucho tiempo.